jueves, 14 de diciembre de 2017

120 Latidos por Minuto



120 Latidos por Minuto
(120 battements par minute)
★★★ ½
Francia: 2017, 140 min.
Clasificación: B15
Director:  Robin Campillo
Guión:  Robin Campillo, Phillippe Mangeot
Con: Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois, Antoine Reinards, Ariel Borenstein, Adèle Haenel, Félix Maritaud, Aloïse Sauvage, Coralie Russier.
Drama.




Wow. 120 Latidos por Minuto está llena de vida. La mayoría de las películas sobre el SIDA suelen enfocarse en el deterioro de los pacientes con gran tristeza. Este no es el caso. Aunque tiene suficientes lágrimas, 120 BPM entiende que la tragedia no es la enfermedad, sino la vida que pudo haber sido, el gozo súbitamente apagado, el amor destruido, la batalla que se perdió a pesar de luchar con todo.

La película se centra en el grupo activista Act Up, que protesta contra la indiferencia del gobierno y las instituciones en la prevención y combate contra el V1H, en París a principios de los 90. Sigue los esfuerzos y conflictos del grupo, al tiempo que desarrolla y profundiza la vida de varios de sus integrantes. Todos ellos tienen una razón fuerte para luchar y nosotros la entendemos. El foco principal está en el romance entre Nathan (Arnaud Valois) --un nuevo integrante-- y Sean (Nahuel Pérez Biscayart) --un radical entregado por completo a la causa--.



120 BPM está repleta de buenas actuaciones de todo su reparto, y todos tienen una oportunidad de brillar y conmovernos. En particular, Pérez Biscayart es una maravilla: es al mismo tiempo carismático y odioso, confiado e inseguro, tierno o temeroso; su Sean es un personaje contradictorio y muy magnético. También amo la naturalidad de Arnaud Valois como Nathan: el cariño que puede expresar (o recordar) con una sola mirada, o la forma en que se aproxima casi con pena a Sean, resulta conmovedor. Y quiero resaltar la fragilidad de Ariel Borenstein como Jérémie, que nos recuerda que Act Up, a pesar de sentirse casi como una familia, es una lucha por mantenerse vivos.

La dirección y edición de Robin Campillo le dan una gran inmediatez al conflicto. Aunque se siente 10 minutos demasiado larga, la película tiene un ritmo vital y enérgico. La cámara siempre en movimiento nos hace sentir el entusiasmo o desesperación que sienten sus personajes. Las escenas románticas o íntimas entre los protagónicos son potentes por su gran honestidad. Y cuando inevitablemente llega el momento de observar a uno de los protagonistas sumirse en lo peor de la enfermedad, el efecto es más desgarrador porque hemos aprendido a encariñarnos con todos en pantalla.

120 BPM es una llamada urgente por hacer lo correcto. Es imposible salir del cine sin sentir las ganas de alzar la voz, exigir igualdad, pedir transparencia, luchar por la libertad o algo. Nos recuerda que se ha logrado mucho, pero que aún falta otro tanto por hacer. Porque hacer la diferencia, para algunos, es cuestión de vida o muerte.



P.D. Estoy muy furioso porque justo hoy la Academia no seleccionó 120 BPM como candidata a Mejor Película Extranjera y, la verdad, lo merece.

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