Si la colonia hablara
USA: 2018, 119 min.
Clasificación: B15
Dirección y Guión: Barry Jenkins
Con: Kiki Layne, Stephan James, Regina King, Colman Domingo, Teyonah Parris, Brian Tyree Henry, Michael Beach, Aunjanue Ellis, Finn Wittrock, Ed Skrein.
Romance. Drama.
“Love's what brought you here. And if you trusted love this far, don’t panic now. Trust it all the way”
- Sharon Rivers (Regina King).
La historia de If Beale Street Could Talk sería únicamente sobre injusticia y desigualdad si no fuera por Barry Jenkins (Moonlight). Ubicada en en Nueva York durante los setenta, retrata el romance de dos jóvenes amantes afroamericanos que son separados cuando él, Alonzo (Stephan James), es metido injustamente en prisión. Ella, Tish (Kiki Layne), embarazada con su hijo, hará todo para liberarlo, pero el sistema --que ni siquiera accede a darles un buen trabajo, o a rentarles un lugar decente para vivir-- no está de su lado.
Sin embargo, el triunfo de Jenkins está en su esperanza, no en su indignación. Beale Street es una poderosa exaltación al amor; un oasis de fe en un mundo que ya ha asesinado la inocencia de sus personajes. Su romance no va a superar barreras, el cariño no va a arreglar sus vidas, su final no va a ser alegre... pero el amor, confiar en el amor, compartir su amor, atreverse a amar-- eso hará que todo el dolor en el camino valga la pena.
El personaje que mejor encapsula este amor es Sharon, la madre de Tish, interpretada por Regina King con la pureza, honestidad y determinación. Ella apoya a su hija cuando se entera que está embarazada e incluso le organiza un brindis de celebración para asombro --e indignación-- de ambas familias (la mejor escena de toda la película). En los papeles protagónicos, Stephan James y Kiki Layne comparten una gran química en los altos y bajos de su relación, capturándonos por completo con su pasión (aunque Layne parece tener problemas para encontrar emoción en sus escenas sola).
Regina Kween |
No obstante, la verdadera magia romántica está en la atmósfera de Jenkins y su equipo. La música de Nicholas Britell --combinando elementos del jazz y el clásico-- parece un sueño en los momentos idílicos, o una tragedia cuando todo sale mal. Los close-ups difusos y en cámara lenta del fotógrafo James Laxton son encantadores, y con ayuda del colorido trabajo de los diseñadores de producción y vestuario (Mark Friedberg y Caroline Eselin), conjuran una sensualidad casi palpable (y un gran homenaje a Wong-Kar Wai, favorito del director).
Al final, después de haber oscilado muchas veces entre el pasado y el presente de los personajes (el guión opta por una narrativa no lineal, como la novela en que se inspira), nos queda claro que el mundo no es, no fue, ni va a ser amable con ellos. Sólo de vez en cuando habrá algunos chispazos aislados de bondad, pero nunca serán suficientes. Por eso, la única otra constante en sus vidas debe ser el amor; una unión tan fuerte que ningún muro, reja, o cristal podrá separar.
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