miércoles, 20 de diciembre de 2017

Star Wars: The Last Jedi


★★½

USA: 2017, 152 min.
Clasificación: B
Director: Rian Johnson
Con: Mark Hamill, Daisy Ridley, Carrie Fisher, Adam Driver, John Boyega, Oscar Isaac, Domhnall Gleeson, Andy Serkis, Kelly Marie Tran.
Sci-Fi. Acción.



Pocas películas me han conflictuado tanto como Episodio VIII. No puedo negar que disfruté infinitamente regresar a este universo. Admiro muchos de los riesgos que se tomaron. Pero, al mismo tiempo, creo que muchas decisiones se llevaron a cabo de forma incorrecta; pensadas para sorprender a la audiencia y no para contar una historia satisfactoria o profundizar el desarrollo de sus personajes. No puedo evitar SPOILERS. A continuación presentaré una serie de reflexiones y debates que he estado teniendo sobre muchos puntos. En serio quiero saber ustedes qué piensan sobre muchas de estas ideas.

Repito: SPOILERS.






Es sorprendente porque, a pesar de durar dos horas y media, el ritmo es ágil. Los momentos más interesantes son definitivamente entre Rey (Daisy Ridley, pura fuerza y corazón) y Luke (Mark Hamill, bastante bien como emo-Ben Kenobi). La forma en que su relación explora el dolor de Luke, la esperanza de Rey, el bien, el mal y el balance encaja perfecto con la saga. También, hace que la conexión entre Rey y Kylo (Adam Driver) sea más impactante y significativa aquí que en The Force Awakens. La aproximación a la Fuerza en diferentes sombras de gris (y no en blanco y negro) es la contribución más importante de Rian Johnson. Hasta que parece olvidarse de ella en el último acto. Inexplicablemente Kylo Ren se reafirma como Líder Supremo, ya sin bondad en su interior, aún cuando minutos antes habíamos visto todo lo contrario. Una pena.

Además, una buena parte de la película parece de relleno, sólo para tener ocupados a los demás personajes. La persecusión a mínima velocidad entre la Resistencia y la Primera Orden no es lo suficientemente intensa (oficialmente la anti Mad Max). Entiendo que el punto es ver mermados --por primera vez-- los números de los rebeldes (siempre aparecían más de la nada), pero todo ocurre de forma tan impersonal  (vía hologramas de naves destruyéndose, o “rayos tenemos sólo 10 naves ahora, qué bueno que los que importamos seguimos aquí”) que no hay suficiente duelo al respecto. Además, la resolución de la persecusión pudo haber ocurrido antes (¿por qué dejar explotar todas las demás naves con sus capitanes, cuando pudieron chocarlas antes y dejar viva a Laura Dern para siguientes películas?).

El hilo de historia que más me molesta es el de Finn (John Boyega, el peor nuevo personaje de la película pasada) y Rose (Kelly Marie Tran, el peor nuevo personaje de esta película). Perdemos demasiado tiempo en sus escenas aburridas (a NADIE le importan las carreras de caballos extraterrestres, o a Phasma si sólo piensan darle 2 minutos cada película)… que, no obstante, temáticamente son vitales. Esta subtrama en el casino muestra el verdadero villano de Star Wars: la guerra en sí y quienes se benefician de ella. Comprar a la Resistencia y a la Primera Orden como facilitadores de la miseria es importante. Contribuye al tema central de que no hay bueno o malo, sólo una búsqueda por el balance. También, los momentos finales con los niños cierran la idea de que la resistencia está en todos y que la Fuerza no es exclusiva a los Jedi o Sith. Entonces, ¿por qué rayos hicieron de esta parte algo tan aburrido, poco sutil y forzado? ¿Por qué no hacerla la única subtrama, con más tiempo y más profundidad? ¿Por qué no incluir a Poe Dameron (Oscar Isaac, el más carismático del nuevo reparto) que pasa otra película sentado en una nave sin hacer gran cosa?



De los nuevos personajes, definitivamente Rey (yo sí estuve de acuerdo con el plot twist de su origen, es temáticamente correcto para hacer una Fuerza más incluyente) y Poe siguen siendo mis preferidos. Se sienten como una parte integral del universo: heroicos, imperfectos, muy agradables. Tristemente, son los únicos que quedan para hacer de Episodio IX tolerable. Ojalá también regrese Benicio del Toro, porque su DJ es lo único interesante que ocurre en el casino (bueno, él y BB8, que es más simpático que el 80% del reparto que queda 80%). Francamente, también espero que regresen Force-Yoda (el mejor cameo DE LA VIDA) y Force-Luke para guiar a Rey en el siguiente capítulo (en especial porque Han ya ha muerto y Carrie Fisher no podrá interpretar más a Leia). Creo que ayudarían a seguir explorando los caminos de la Fuerza y a detallar más sobre el balance entre luz y oscuridad.

Kylo Ren es una wild card, aparentemente su estado de bondad/maldad cambia cada diez minutos. Quiero creer que su historia concluirá satisfactoriamente, más ahora que aparentemente está libre de Snoke. Esta decisión fue muy atrevida: por primera vez el villano principal ya no es un aprendiz y puede dictar su camino.  Por cierto… ¿Qué es Snoke? ¿De dónde vino y por qué tardó tanto en manifestarse en las galaxias? ¿Importó alguna vez? Sin duda, el manejo de este personaje me dejó muy molesto. Asimismo, me sigue enojando el desarrollo de Finn. La idea detrás de él era prometedora (Stormtrooper vuelto bueno), pero necesita urgentemente algo de carisma, un conflicto moral que impacte su personalidad, alguna acción que genuinamente sirva de algo, o una motivación más detallada. Y Rose, por más backstory que le den, se me hace demasiado forzada. Literalmente Rian Johnson la escribió para que aclarara de forma explícita todos los temas que no desarrolla con tiempo. Y para forzar el romance interracial haciendo de la saga más diversa.




Visualmente, creo que The Last Jedi cumple muy bien (no es la belleza que todos han dicho). Me encanta la estética del color rojo, en especial en el planeta minero (aunque el compositing aquí ya se vea medio chafa sigue siendo bonito). Aunque el CGI no me pareció tan bueno (o es muy WTF), los efectos prácticos (en especial cierto puppet verde) me llegaron al alma. La edición no es tan pulida como en la película pasada, la  música de John Williams nomás cumple su función, y el trabajo de audio es confiable pero no brillante. Me sentí triste que realmente no hubo un duelo de sables de luz. Y a mí sí me gustaron los Porgs.

Pero no sé… la Fuerza es extraña en esta. Sí quiero verla otra vez para confirmar que no estoy imaginando más problemas o más ideas brillantes de las que hay. Creo que, de cierta forma, Episodio VIII cierra gran parte de la historia y ofrece una infinidad de posibilidades creativas para el último capítulo de la saga (hasta que Disney quiera hacer otra trilogía, o un corssover con The Martian ahora que es dueño de Fox). Por otra parte, también creo que muestra que la historia ya no tenía mucho más que dar. Qué difícil. Curiosamente, lo que más me molesta de todo el asunto es que The Last Jedi va a hacer millones de dólares cuando la mejor secuela del año fue un fracaso en taquilla.





jueves, 14 de diciembre de 2017

120 Latidos por Minuto



120 Latidos por Minuto
(120 battements par minute)
★★★ ½
Francia: 2017, 140 min.
Clasificación: B15
Director:  Robin Campillo
Guión:  Robin Campillo, Phillippe Mangeot
Con: Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois, Antoine Reinards, Ariel Borenstein, Adèle Haenel, Félix Maritaud, Aloïse Sauvage, Coralie Russier.
Drama.




Wow. 120 Latidos por Minuto está llena de vida. La mayoría de las películas sobre el SIDA suelen enfocarse en el deterioro de los pacientes con gran tristeza. Este no es el caso. Aunque tiene suficientes lágrimas, 120 BPM entiende que la tragedia no es la enfermedad, sino la vida que pudo haber sido, el gozo súbitamente apagado, el amor destruido, la batalla que se perdió a pesar de luchar con todo.

La película se centra en el grupo activista Act Up, que protesta contra la indiferencia del gobierno y las instituciones en la prevención y combate contra el V1H, en París a principios de los 90. Sigue los esfuerzos y conflictos del grupo, al tiempo que desarrolla y profundiza la vida de varios de sus integrantes. Todos ellos tienen una razón fuerte para luchar y nosotros la entendemos. El foco principal está en el romance entre Nathan (Arnaud Valois) --un nuevo integrante-- y Sean (Nahuel Pérez Biscayart) --un radical entregado por completo a la causa--.



120 BPM está repleta de buenas actuaciones de todo su reparto, y todos tienen una oportunidad de brillar y conmovernos. En particular, Pérez Biscayart es una maravilla: es al mismo tiempo carismático y odioso, confiado e inseguro, tierno o temeroso; su Sean es un personaje contradictorio y muy magnético. También amo la naturalidad de Arnaud Valois como Nathan: el cariño que puede expresar (o recordar) con una sola mirada, o la forma en que se aproxima casi con pena a Sean, resulta conmovedor. Y quiero resaltar la fragilidad de Ariel Borenstein como Jérémie, que nos recuerda que Act Up, a pesar de sentirse casi como una familia, es una lucha por mantenerse vivos.

La dirección y edición de Robin Campillo le dan una gran inmediatez al conflicto. Aunque se siente 10 minutos demasiado larga, la película tiene un ritmo vital y enérgico. La cámara siempre en movimiento nos hace sentir el entusiasmo o desesperación que sienten sus personajes. Las escenas románticas o íntimas entre los protagónicos son potentes por su gran honestidad. Y cuando inevitablemente llega el momento de observar a uno de los protagonistas sumirse en lo peor de la enfermedad, el efecto es más desgarrador porque hemos aprendido a encariñarnos con todos en pantalla.

120 BPM es una llamada urgente por hacer lo correcto. Es imposible salir del cine sin sentir las ganas de alzar la voz, exigir igualdad, pedir transparencia, luchar por la libertad o algo. Nos recuerda que se ha logrado mucho, pero que aún falta otro tanto por hacer. Porque hacer la diferencia, para algunos, es cuestión de vida o muerte.



P.D. Estoy muy furioso porque justo hoy la Academia no seleccionó 120 BPM como candidata a Mejor Película Extranjera y, la verdad, lo merece.