La forma del agua
★★★ ½
USA: 2017, 122 min.
Clasificación: B15
Director: Guillermo del Toro
Guión: Guillermo del Toro, Vanessa Taylor
Con: Sally Hawkins, Doug Jones, Richard Jenkins, Michael Shannon, Octavia Spencer, Michael Stuhlbarg.
Fantasía. Romance. Misterio.
Lo que hace Guillermo del Toro en The Shape of Water es un acto de amor al cine --fusiona fantasía, romance, misterio, heist movies e incluso musicales clásicos, en un pastiche con excelentes resultados-- y, sobre todo, un acto de genuino afecto hacia sus personajes --minorías sociales representadas bajo una luz empática--. Por más oscuro, adorable, violento, extraño, o increíble que se vuelve todo, en el centro queda la convicción y cariño del director/guionista por el universo que ha creado.
Y vaya universo. Ubicada en Baltimore de los años sesenta, durante la paranoia de la Guerra Fría, la película sigue a Elisa Espósito (Sally Hawkins, luz pura) una mujer muda que hace limpieza en una base militar. Su vida es rutinaria, y sus amistades --Gilles (Richard Jenkins, encantador), su vecino homosexual, y Zelda (Octavia Spencer, sassy as usual), su compañera afroamericana--, son escasas. Todo cambia cuando llega al laboratorio una criatura acuática y en apariencia agresiva (Doug Jones), mantenida en cautiverio por el violento Strickland (Michael Shannon, elevando su tradicional rol de villano con gran vida interior).
Elisa y la Criatura se ven a sí mismos por quienes son y entablarán una relación indescriptible, unidos por comida, música, y la sensación de estar solos en el mundo. Sin embargo, los experimentos militares del ejército estadounidense y la amenaza de espías soviéticos, ponen en peligro su amistad. Del Toro consigue exitosamente el delicado balance entre la dulzura de los elementos fantásticos y románticos, con la violencia del ‘mundo real’; y este contraste le permite potenciar tanto el encanto como la amenaza.
Para unir ambas partes,recurre a su característico uso de color, diseño y motivos. El agua está consistentemente presente de forma física, visual o auditiva. La cámara del director de fotografía Dan Lausten se mueve con fluidez casi acuática, transicionando entre espacios como olas o corrientes. Su iluminación resalta el color turquesa del agua, que además se usa para representar tanto a la criatura como al villano (la película establece varios paralelos entre Strickland y el sireno, incluyendo, por ejemplo su fascinación por Elisa). El deliciosamente exagerado diseño de producción de Paul D. Austerberry te hace creer que la realidad y la fantasía cohabitan en la misma habitación, y está lleno de detalles que ayudan a contar la historia (el departamento de Elisa parece tapizado por escamas; el mundo de Strickland es frío, angular y parece producido en masa; etc etc etc). También destaco la música de Alexandre Desplat, romántica y tenebrosa en igual medida.
En el centro de este exquisito envoltorio, está Sally Hawkins. La actriz británica es capaz de traer empatía, gracia y calidez a cualquier papel (Happy-Go-Lucky, Blue Jasmine, entre otros). Aquí, con sólo la intensidad de su mirada nos hace sentir escuchados, comprendidos y queridos. Ella vende toda la película; es imposible no derretirse ante su convicción, energía y carisma. Por desgracia, se trata de un romance y su éxito depende también de su compañero. La relación entre Elisa y la Criatura es algo hermoso (algunas de las imágenes de ambos --como la del póster-- son dignas de usar como fondo de pantalla), no obstante, no me termina de convencer.
Doug Jones --escondido detrás de 3 horas de aplicaciones de látex-- nunca puede elevar su personaje a algo más que ‘el monstruo de la laguna’. Las limitaciones en el maquillaje reducen al mínimo sus expresiones. Además, con tal de mantener el misterio, del Toro mantiene el foco de la historia en las reacciones de los humanos ante él. Esto nos distancia emocionalmente: es fácil sentir compasión por él, pero no necesariamente empatía. Por si fuera poco, el ritmo ágil del guión (aunque nos mantiene atrapados en todo momento) jamás pausa para darle peso a la relación. Hay montajes que muestran cómo construyen su afinidad (oyendo música, compartiendo lunch) pero no existe ese momento, en medio de su rutina, donde Elisa y la Criatura descubren que “puede ser que haya algo más ahí” (como dicen en La Bella y la Bestia).
Es una queja menor, sin duda, en especial cuando tienes una actriz como Sally Hawkins que puede hacer todo el trabajo emocional por ti. De hecho, es posible que en otras manos The Shape of Water hubiera fracasado. Sin embargo, Guillermo del Toro, guionista, director, pero sobre todo, fanático del cine y las historias, está en su máximo esplendor mezclando géneros en apariencia incombinables. Todo su equipo (actores diseñadores, fotógrafos, el equipo de sonido, músicos, et al) está más que a la altura; y en el centro, destaca una resplandeciente Sally Hawkins. Esta es una de las películas más encantadoras de la temporada.
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