★★★
USA: 2015, 120 min.
Clasificación: B15
Director: George Miller
Guión: George Miller, Brendan McCarthy, Nick Lathouris
Con: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne, Rosie Huntington
Acción. Aventura.
En 1979, George Miller sorprendió con Mad Max y sus asombrosas persecuciones de automóviles hechas con dos pesos (bueno, casi). Ahora, 36 años después, con un presupuesto de $150 millones de dólares, Miller expande su universo y hace maravillas. Los cines comerciales no habían visto algo tan intenso como Mad Max: Fury Road. Es una locura. Cada escena desborda acción frenética, llena de estilo y una creatividad maliciosa. Es más, toda la película es una interminable persecución. Agotadora y laaaaaaarga, sí, pero épica y memorable en el mejor de los sentidos.
El planeta es un desastre: se han terminado los recursos y la humanidad ha enloquecido. Sólo queda un gran desierto, donde Max Rockatansky (Tom Hardy) es uno de los sobrevivientes. Vive atormentado por los recuerdos; la gente que no pudo salvar lo persigue en visiones infernales. ¿Está él más cuerdo que los demás? No importa. De cualquier modo es capturado por los locos, que lo llevan a su ciudad donde Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne) controla el agua (uno de los tres recursos importantes, junto con las armas y la gasolina) y rige despiadadamente.
A pesar de ser venerado como una deidad, el control de Immortan no es absoluto, pues una de sus aliadas, Furiosa (Charlize Theron, magnífica), se revela y roba sus bienes más preciados. Así inicia la persecución: Immortan quiere de vuelta lo que es suyo; Furiosa quiere redimirse haciendo lo correcto. Ella maneja un imponente camión de guerra, pero él tiene una legión de devotos conductores que harán todo para ayudarle y conseguir la gloria eterna. Entre ellos está Nux (Nicholas Hoult), un joven ambicioso que está enfermo, y necesita encadenar a Max para usarlo como “bolsa de sangre”, por su salud.
Son detalles como este los que me hacen detenerme con la explicación de la trama. No es necesaria. Esta no es una película para la razón. Tiene lógica dentro de su universo demente, y eso es todo lo que necesitamos. Lo importante son los personajes, y los vínculos que forman entre tanta locura. Miller reduce la historia y los diálogos al mínimo, y manda el foco a ellos: siempre es claro lo que sienten, lo que quieren y qué les pesa; todo por la forma en la que actúan, ya sea con una mirada o un golpe. Hardy y (especialmente) Theron sorprenden por el sentimiento implosivo que mantienen a pesar de todo el frenesí.
Y vaya que es un tarea difícil, pues la película completa son dos horas de puro frenesí. Como ocurre con Speed, Bourne o Terminator, una vez que inicia la acción, ya no hay vuelta atrás; todo se hace cada vez más y más grande. Pero a pesar de la gloriosa coreografía de cada choque y explosión, lo mejor es como lucen. El fotógrafo John Seale hace un magnífico trabajo al embellecer el horror: los colores agresivamente saturados, los movimientos super kinéticos de cámara, y el brillante manejo de la velocidad (sea slow-motion o grabando con más cuadros por segundo para delinear mejor el movimiento); todos llevan la acción más allá de la cordura. Además, el estilizado uso de CGI es el complemento perfecto para alejarse de la realidad y crear entornos claramente dementes (aunque a veces resultan excesivos). Y qué decir de la implacable edición de Margaret Sixel: nos atrapa en un torbellino de imágenes gloriosas y jamás nos deja escapar.
La misma descripción aplica para toda la película. Con Mad Max: Fury Road, Miller -a sus 70 años- nos deja exhaustos, sorprendidos por su exceso de energía y creatividad. Todo es exagerado, todo es ridículo, y al mismo tiempo, todo es glorioso. Escuchen los buenos rumores que circulan y vayan a verla. Dudo que el verano saque entretenimiento mejor.
Lo Mejor: Frenética. El trabajo de efectos prácticos y dobles. Charlize Theron. Favorece acciones sobre diálogo o explicaciones. John Seale hace que todo luzca hermoso.
Lo Peor: Algunos secundarios son demasiado caricaturescos. Puede resultar genuinamente agotadora. La escena final luce débil en comparación al resto.
Paréntesis: Sí, en las películas originales, Mel Gibson era Mad Max. Y el director está detrás de el puerquito Babe y de Happy Feet. Qué miedo.
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