jueves, 13 de diciembre de 2018

Roma


★★★★

México, 2018, 135 min.
Clasificación: B15
Dirección y Guión: Alfonso Cuarón
Con: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Diego Cortina Autrey, Carlos Peralta, Marco Garf, Daniela Demesa, Nancy García García, Verónica García, Fernando Gradiaga, Jorge Antonio Guerrero.
Drama.

¿Mi toma favorita del 2018?

Roma es una obra de arte hecha con amor y humanidad. Tiene al mismo tiempo la precisión de la realidad y el lirismo de un recuerdo. Usando herramientas de los grandes blockbusters Hollywoodenses (cámaras digitales Arri 65 y sonido envolvente Dolby Atmos), Alfonso Cuarón crea una retrato íntimo e intensamente personal que funciona como una oda a las mujeres de su infancia. 

Con gran atención al detalle, la película observa y escucha a una familia clase media-alta que vive en la colonia Roma durante los setenta. El guión no sigue una historia tradicional, más bien se trata de una serie de viñetas y episodios que ilustran un año crucial en las vidas de estas personas, específicamente de Cleo (Yalitza Aparicio), su bondadosa muchacha/nana. 


En general, el ritmo del filme exige paciencia de nuestra parte. Se enfoca  en construir la cotidianidad de sus personajes, pero, afortunadamente, siempre resulta fascinante, Al final, es esto lo que genera una profunda conexión con los espectadores que, tarde o temprano, terminarán conmovidos cuando muchas de las semillas plantadas al principio empiecen a rendir frutos al final.

Aquí, el enfoque de Cuarón parece casi documental: no compartió el guión con su reparto o equipo. En vez de eso, les explicaba día a día lo que quería lograr. Su intención era generar un caos ordenado; una sensación de estar viviendo las cosas por primera vez. Y sí, su honestidad es incomparable y permea cada momento. 

Mucho ayuda que --con excepción de Marina de Tavira, excelente en el complicado papel de la patrona--, ninguno de sus actores era profesional (yo adoré el trabajo de los niños). En el centro de todos, está la magnífica interpretación de Yalitza Aparicio. En su primer papel, la actriz demuestra una dulzura natural, una fortaleza llena de humildad, una transparencia que raya en lo milagrosa. Si Cuarón es la mente maestra detrás de Roma, Aparicio definitivamente es el corazón. 

Reina de todo.

La calidad técnica es todo lo que esperábamos del obsesivo director de Gravity y Children of Men. Su recreación histórica es (según ms padres, contemporáneos) ridículamente precisa. Las imágenes widescreen en blanco y negro (capturadas por Galo Olivares) y en particular sus paneos y tradicionales tomas largas, son memorables. Más sorprendente aún es el inmersivo diseño sonoro de Skip Lievsay: captura los ladridos, vehículos, y bullicio general de la Ciudad de México con una veracidad que nunca había oído en el cine. Lo mejor es cómo usa la intensidad del sonido con intención dramática. 

Sin duda, Roma amerita ser vista en la pantalla más grande, con el mejor equipo de audio posible. No quiero entrar en el debate sobre su falta de exhibición en salas de cine. Creo que Cuarón hizo bien al escoger a Netflix; a fin de cuentas, su obra merece ser vista por la mayor cantidad de gente. Quizás un celular o una laptop no resalten lo mejor de sus elementos técnicos, pero su calidad humana y cinematográfica son capaces de trascender cualquier limitante. Crean toda la exageración que han escuchado, porque Roma sí es una maravilla.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

Widows


★★★½

Viudas
USA: 2018, 128 min.
Clasificación: B15
Director: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen, Gyllian Flynn
Con: Viola Davis, Elizabeth Debicki, Michelle Rodríguez, Brian Tyree Henry, Colin Farrell, Cynthia Erivo, Liam Neeson, Daniel Kaluuya, Robert Duvall, Carrie Coon, Jacki Weaver.
Thriller. Crimen. Drama.



Antes que nada, Widows es una película de Steve McQueen (Shame, 12 Years a Slave): enojada, observadora, trágica, y socialmente consciente. Al mismo tiempo es un thriller, específicamente un heist film (de atraco/robo). El marketing de la película ha posicionado lo segundo, y varias críticas se refieren a los elementos mcqueenescos como un “extra” o una “fusión de géneros”. Creo que estas observaciones son fatales: McQueen es un artista con una visión y estilo muy particulares, a través de los cuales aborda Widows orgánicamente. 

Los que que esperaban Ocean’s 8 parte II, fueron engañados (en mi función, una familia con una niña pequeña se salió de la sala del cine a los 10 minutos). Esta es también una historia sobre un grupo de mujeres con un plan meticuloso para apoderarse de mucho dinero. La diferencia es que aquí no hay glamour. Chris Nolan reflexionaba, escribiendo Inception, que los heist films son superficiales por naturaleza; puro espectáculo y poca emoción. McQueen --adaptando la mini-serie de Lynda la Plante-- encuentra una forma de imprimir drama, sin perder el entretenimiento: estas viudas no roban por el placer o la emoción, sino para superar las injustas repercusiones del “trabajo” de sus maridos.

Queen of acting

Veronica Rawlings (Viola Davis, fría, herida, y sublime) recibe amenazas del criminal Jamal Manning (Brian Tyree Henry) para recuperar el dinero que le robó su marido (Liam Neeson, en un gran trabajo). Manning quiere financiar su campaña política contra Jack Mulligan (Colin Farrell) para representar a un distrito pobre de Chicago. El director enfatiza la ironía de esta lucha: Jamal parece culpable de la miseria en la zona --con los matones liderados por su hermano (Daniel Kaluuya, aterrador)--, mientras que Mulligan vive en una burbuja de privilegios. Ambos quieren poder; no ayudar a la gente. 

Mientras, Linda (Michelle Rodriguez, en su mejor actuación de la vida) perdió su tienda de ropa por culpa de las apuestas de su esposo, y no tiene cómo mantener a sus hijos. Otra viuda, Alicia (Elizabeth Debicki, magnífica) es empujada por su abusiva madre (Jacki Weaver) a trabajar como escort para recuperar el estilo de vida al que estaba acostumbrada. No es de sorprenderse que este grupo de mujeres se una para salir adelante. “Quiero que mis hijos sepan que no me quedé sentada sin hacer nada. Al menos hice la lucha.” dice Linda.


La película da muchas vueltas y guarda varias sorpresas, como todo buen thriller . Quizás la historia es demasiado enredada, pero el guión siempre es claro. El MVP --como siempre-- es el editor Joe Walker (Arrival, Blade Runner 2049), que encuentra contrastes, tensión y momentum en la historia, sin sacrificar las escenas más personales. Por fortuna, la película tiene un ensamble impresionante: aunque Viola Davis es la protagonista (y está increíble, como siempre), la fuerza de la interpretación coral es aún más potente que sus componentes individuales. Quiero destacar mucho a Debicki, que explota al máximo su breve arco; a Kaluuya, que crea uno de los villanos más formidables de los últimos años; y a la encantadora (e incomparablemente atlética) Cynthia Erivo en el papel de Belle, una mujer afroamericana que combina mil trabajos para criar a su hija.

Más que nada, el mérito es del director y guionista Steve McQueen. La opinión popular de que está “agregando profundidad” al heist film me parece dañina: implica pensar en un género vacío y formulaico. En vez de mezclarse con el thriller, creo que el cineasta está trabajando dentro de él para hacer algo muy personal que aborda sus temas recurrentes (injusticia, desigualdad, sexismo). 

En serio qué miedo

Quizás estoy sesgado; muchas de mis películas favoritas podrían ajustarse a esta descripción (No Country for Old Men, North by Northwest, Drive, Sicario). Pero insisto que los thrillers, aunque son entretenidos por naturaleza, no necesariamente deben ser convencionales o planos. No importa que haya seis misiones imposibles, ocho rápidos & furiosos, veinticuatro james bonds… hay que intentar mirar más allá; probar acercamientos diferentes. Por eso admiro a Steve McQueen: sigue usando su visión y estilo para agudizar cualquier historia que se encuentra.


martes, 4 de diciembre de 2018

Un Asunto de Familia


★★★★

Shoplifters (Manbiki kazoku)
Japón: 2018, 121 min.
Clasificación: B15
Dirección y Guión: Hirokazu Kore-eda
Con: Lily Franky, Sakura Ando, Kirin Kiki, Mayu Matsuoka, Jyo Kairi, Miyu Sasaki.
Drama. Extranjera.


Ganadora de la Palma en Oro en Cannes, Shoplifters es una invitación a reflexionar sobre qué es lo que hace a una familia. Es una película que nos enseña a observar a sus personajes y nos lleva a empatizar con sus logros y problemas. No emite juicios, únicamente arroja preguntas, pero, en el camino, nos encariña con un grupo de cínicos criminales que también son bienintencionados y cariñosos. 

¿Se puede juzgar a nuestra familia? ¿Deberíamos hacerlo? ¿Podemos escogerla? ¿Abandonarla? ¿Herirla?  ¿Somos quienes nos enseñaron a ser, o permanecemos fieles a nosotros a pesar de su ejemplo? ¿Existen el bien y el mal en sus actos, o únicamente amor? Estos son algunos de los cuestionamientos que plantea el inteligente guión de Kore-eda, que va exponiendo poco a poco sus temas y revelaciones. Es mejor ver Shoplifters sin conocer mucho de la trama, para dejarse sorprender por cómo se desenvuelve. Basta saber que trata sobre una familia muy pobre que acoge a una niña maltratada y le enseña el arte de asaltar tiendas para subsistir.

Denle un Oscar a esta mujer

La película fluye con gracia y mantiene nuestro interés hasta el final, tanto en el humor como en la desdicha. Gran parte del éxito se debe a las magníficas interpretaciones del talentoso reparto. Lily Franky, como el padre de familia, es a la vez sabio e infantil, pero sobre todo, vulnerable. Sakura Ando balancea milagrosamente cinismo y calidez en el papel de la madre --es mi actuación favorita, y quien más conmovió mi corazón--. Los dos niños, Miyu Sasaki y especialmente Jyo Kairi, tienen un carisma natural e inigualable que se gana nuestro afecto desde el principio. Y Kirin Kiki es todo lo que imaginan de una severa pero dulce abuela japonesa.

Pocas películas logran ser tan honestas, transparentes y emotivas como esta. Nada parece construido para una ficción. Quizás la trama de la hermana (Mayu Matsuoka) no cierra tan limpiamente como las demás, pero incluso a ella se la aborda con respeto y detalle. De una forma casi milagrosa, Kore-eda ha capturado la vida familiar en dos horas de película, con todos sus problemas, su complejidad y su amor. No se la pierdan.




POR CIERTO: la traducción más cercana al español de Manbiki kazoku es “Robo en familia” (Family Shoplifting), que, en mi opinión, habría sido un mejor título.


Guerra Fría


★★★ ½

Zima wojna
Polonia: 2018, 88 min.
Clasificación: B15
Director: Pawel Pawlikowski
Guión: Pawel Pawlikowski, Janusz Glowacki
Con: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Agata Kulesza, Borys Szyc
Drama. Romance. Extranjera.




Guerra Fría es el romance más gélido que he visto una película. Es como ver un álbum de fotos viejas que rescata sólo algunas de las miradas, espacios y tragedias de dos enamorados a quienes nunca conocimos. A veces lo que no está pantalla parece hasta más importante que lo que sí vemos, sin embargo, el poder de las imágenes y la intensidad de sus protagonistas nos invitan a llenar los años en blanco y crear una épica gigante a través de estas viñetas tan privadas. El resultado es a la vez impersonal e íntimo; vago y específico; pasional y frío. Recuerdos ya muertos de gente que alguna vez desbordó vida. No sé si me gusta, aunque no había otra forma de contar esta historia. 

Ambientada en Polonia (y luego Berlín, Yugoslavia y París) después de la Segunda Guerra Mundial, el filme sigue al músico Wiktor (Tomasz Kot, excelente) y la cantante Zula (Joanna Kulig, una estrella) por veinte años, en medio del ascenso del comunismo y otros cambios sociopolíticos. Se conocen primero en un show que lleva la música polaca del campo a ciudades importantes. Luego, se reencuentran en París después de que él se exilia y ella continúa su carrera artística. Constantemente se separan, sólo para volver a juntarse algunos años más tarde, a veces para hacerse bien y otras no tanto. 



El guionista y director Pawel Pawlikowski está más interesado en evocar una época que en narrar: su diseño es excelente, sus composiciones son precisas, y el contrastado blanco y negro de su fotógrafo Lukasz Zal es glorioso. El estilo es igual de alienante que el que usó en Ida (aún se me hace sobrevalorada, perdón) pero en esta ocasión se siente coherente a la historia. Y el control que demuestra sobre cada segundo es innegable. Por esta película ganó el premio a dirección en Cannes y es difícil argumentar en su contra.

Todavía más aplausos se merece, en mi opinión, Joanna Kulig: llena de vitalidad, energía y rebelión; ya sea cantando (qué voz tan preciosa), bailando, feliz, molesta, ebria, o enamorada; sus escenas son las que iluminan el filme. De ahí en fuera, sólo los momentos musicales le dan cierta vida al asunto. Por diseño, el resto de la película es fría y distante, como el mundo de sus personajes. No hay amor que pueda nacer y sobrevivir en este contexto. Intelectualmente el ejercicio es impresionante, pero quizás el resultado sea demasiado trágico para mi gusto. O quizás sea admirable. Creo que me inclino más por lo segundo.