sábado, 7 de marzo de 2015

Big Eyes

★★ ½


USA: 2014, 106 min.
Clasificación: B
Director:  Tim Burton
Guión:  Scott Alexander, Larry Karaszewski
Con: Amy Adams, Christoph Waltz, Krysten Ritter, Danny Huston, Terence Stamp,
Drama. Biopic. Histórico.


Tim Burton lleva haciendo películas mediocres ya tiene unos años. Para un director reconocido por su “originalidad” y “gran sentido visual”, sus trabajos más recientes parecen collages aburridos y repetitivos de sus mejores obras. Sorprende, pues, encontrarse con Big Eyes, su película menos Burtoniana, algo que resulta --por más triste que se escuche-- magnífico. Esto no evita que el producto final sea inmemorable (mas no mediocre).
Margaret Ulbrich (Amy Adams) es una pintora con un estilo muy característico: todos sus personajes tienen ojos gigantescos. No obstante, cuando ella empezó con sus cuadros, era 1958 y el arte-hecho-por-mujeres no vendía. Walter Keane (Christoph Waltz), un comerciante de cuadros (y poco talentoso pintor de paisajes), sabía esto a la perfección. Los dos se conocen en un tiempo delicado en sus respectivas vidas, y después de poco, se casan para apoyarse mutuamente.
Cuando Walter consigue colgar sus obras y las de su (nueva) esposa en un club nocturno, descubre que la mayoría de los clientes están fascinados con los ojos que pinta Margaret. Los cuadros de ella se venden, los suyos no. Como ambos están firmados “Keane”, se hace pasar por el autor para conseguir más ventas. Las pinturas adquieren una popularidad ridícula y todo el mundo asume que fue Walter quien las pintó. El problema es que Margaret, encerrada en su nueva mansión (auspiciada por las ventas frenéticas), debe pintar como esclava, ajena al éxito, al reconocimiento o la dignidad.
La película está basada en la historia real de Margaret Keane: sus años detrás de la sombra de su marido, y la inevitable lucha legal por la autoría de los ojos grandes. Además se detiene para explorar (muy superficialmente) el panorama artístico en los sesentas: el auge del arte pop, la derrota de los originales frente a las reproducciones, etc.
Una de sus mejores decisiones es jamás presentar a Margaret únicamente como víctima. A fin y al cabo, también es responsable por haber permitido esa situación. Su conflicto es interno: no culpa a Walter más de lo que se culpa a sí misma. Amy Adams --una de las mejores cosas que pueden ocurrirle a un reparto hollywoodense-- ofrece una actuación frágil, sutil y emotiva. Empatizar con Margaret (incluso cuando está arruinando su vida) es fácil, gracias a ella.


Por primera vez en años, una película de Tim Burton es sutil en el departamento visual. Los sets y vestuarios, aunque llamativos, no tienen la necesidad compulsiva de gritar “¡Mírame, soy TAAAN raro y original!”. Al fin apoyan a la historia. Y la fotografía de Bruno Delbonnel es gloriosa: encuentra un balance entre la saturación y el color de los sesentas, con las sombras y oscuridad de la historia (y el director).
El problema, aquí, es la inconsistencia en el tono. Por más que quieran convencerme los Globo de Oro, Big Eyes no es una comedia. Tampoco es un drama legal. O una película romántica. Tiene un poco de todo, va a todas partes y nunca llega a ningún lado. El resultado es un ritmo atropellado; momentos interesantes seguidos por minutos interminables; escenas increíbles asesinadas por paréntesis aburridos.
Tampoco ayuda que la mitad de los actores esté en un registro cómico (casi fársico), mientras los demás intentan hacer un drama. Entiendo que los contrastes de Walter y Margaret sean grandes, pero esto es excesivo: Christoph Waltz grita, salta y explota como un payaso (siempre entretenido, eso sí, Waltz es incapaz de aburrir); mientras Amy Adams piensa, observa y suspira casi de forma imperceptible. Es ridículo, y no hace más que empeorar con el tiempo.
Pero, al final, Big Eyes sigue siendo un refrescate trabajo en la filmografía de Tim Burton. Es bueno saber que el director no ha perdido su capacidad para crear personajes interesantes y mundos llamativos. Ahora debería recordar cómo juntarlos en una buena historia. Estamos cerca.  


Lo Mejor: Amy Adams. No parece una película de Tim Burton (sí, esto es bueno).

Lo Peor: Intrascendente. Ritmo atropellado y muchas veces aburrido. Una extraña aparición (musical) de Lana del Rey. El final es ridículamente exagerado.

Paréntesis: Bruno Delbonnel es lo único bueno mejor que le ha pasado a las películas de Tim Burton últimamente.


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