sábado, 21 de febrero de 2015

The Grand Budapest Hotel

★★★ ½


USA: 2014, 100 min.
Clasificación: B
Director:  Wes Anderson
Guión:  Wes Anderson, Hugo Guiness
Con: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Adrien Brody, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Harvey Keitel, F. Murray Abraham, Jude Law, Tilda Swinton.
Comedia. Aventura.


There are still faint glimmers of civilization left in this barbaric slaughterhouse that was once known as humanity. Indeed, that’s what we provide in our own modest, humble, insignificant --
Oh, fuck it.” - M. Gustave




Amo esta película desde el marzo pasado. Casi un año (y decenas de premios) después, The Grand Budapest Hotel se mantiene como una de las mejores del 2014. Es divertida, original, sorprendente y excéntrica. Es puro Wes Anderson, para bien o para mal.
Todo su sello personal está aquí: tomas simétricas, humor negro, un estilo infantil que esconde críticas severas, personajes caprichosos, paletas de color pronunciadas, zooms, paneos,  etc. etc. No obstante, su estilo nunca había sido empleado para estos fines: más que sólo una comedia, TGBH es también una emocionante película de aventuras, con todo y persecuciones.
Sin embargo, como en todo Wes Anderson, hay mucho más de lo que parece en la superficie (por ejemplo, una velada crítica a la Segunda Guerra Mundial y un lamento por los valores perdidos de la humanidad). Esta frase resulta particularmente pertinente para esta película, puesto que es una historia, dentro de una historia, dentro de una historia... En un homenaje a la tradición oral (uno de los muchos valores perdidos), se nos cuentan los eventos ocurridos en 1939, alrededor de El Gran Hotel Budapest, localizado en la (ficticia) República de Zubrowka.
M. Gustave (Ralph Fiennes) es el mejor conciérge de Europa. Muchos de sus clientes frecuentan el Budapest sólo por sus servicios. La misma mañana en que Zubrowka entra en guerra, una de sus clientes, la rica Madame D. (Tilda Swinton y mucho maquillaje), es asesinada. En su testamento, le deja a Gustave una invaluable pieza de arte: Chico con Manzana. Naturalmente, esto convierte a Gustave en el principal sospechoso ante la ley. Pero todos sabemos que él es inocente. ¿Entonces quién cometió el asesinato?
No se puede contar mucho de la trama sin arruinar muchas de sus sorpresas. Parte de la magia de esta película es ver cómo lo absurdo se despliega frente a tus ojos. La historia es contada desde la perspectiva del aprendiz de Gustave, Zero (Tony Revolori de joven, F. Murray Abraham de grande), lo que ayuda a mitificar la figura del conciérge. También ayuda que Ralph Fiennes dé una de las  interpretaciones más divertidas de la historia: Gustave es una figura llena de manerismos, delicadezas y excentricidades; y Fiennes adopta cada una de estas características con seguridad y gozo. Además, pocos actores habían captado con tanta precisión el difícil ritmo de los elaborados diálogos de Wes Anderson.
Hablando de Anderson, sea uno fan o no del director, es innegable lo exquisita que es esta película, aunque sea en un nivel simplemente audiovisual. Los sets y decorados de Adam Stockhausen materializan la (falsa) Europa de 1939, estilizándolos lo suficiente para adecuarlos a la caprichosa visión del director. Lo mismo puede decirse de los vestuarios de  Milena Canonero, cuyos diseños ayudan a identificar y hasta desarrollar a los personajes. Y la música de Alexandre Desplat, juguetona sin dejar de ser elegante, acompaña a la perfección cada una de las imágenes.
  The Grand Budapest Hotel es posiblemente la película más accesible de Wes Anderson. No va a convertir a nadie, pero seguro acerca a unos pocos. Es indudablemente hermosa -te guste la historia o no- y definitivamente más emocionante y divertida de lo que uno podría esperar. Sin duda estamos ante el trabajo de un director que ha consolidado su estilo, y nos deja ansiosos por ver cuál será su siguiente propuesta.

Lo Mejor: Ralph Fiennes. Todo el diseño. La historia se rehusa a tomar la ruta de lo obvio.

Lo Peor: Las escenas iniciales se sienten ligeramente lentas y vacías. Algunas excentricidades pueden resultar excesivas para la audiencia.


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