miércoles, 11 de febrero de 2015

The Imitation Game

★★★½


UK, USA: 2014, 114 min.
Clasificación: B
Director:  Morten Tyldum
Guión: Graham Moore
Con: Benedict Cumberbatch, Keira Knightley, Matthew Goode, Allen Leech, Mark Strong, Charles Dance
Drama. Biopic.


Los trailers de The Imitation Game prometían un tradicional drama británico: trágica historia de un héroe incomprendido, basada en hechos reales, ubicada en tiempos de guerra, con una recreación histórica impecable, y escenas de llanto listas para usarse como clips en los Oscar de actuación… Qué grata sorpresa fue descubrir que este no siempre es el caso. Durante la mayor parte de la película, The Imitation Game se parece más a un capítulo de Sherlock -lleno de ingenio, encanto y sarcasmo-, que a El paciente inglés.
Hablando de Sherlock, ningún actor trabajando hoy en día es capaz de irradiar inteligencia (y arrogancia) con la facilidad de Benedict Cumberbatch. Pensar es una acción enérgica e interesante si Cumberbatch la actua. Tiene sentido que Alan Turing sea su primer papel protagónico en una película ‘importante’, pues le permite construir sobre su trabajo anterior (no sólo Sherlock, sino Julian Assange e incluso Smaug el dragón) y brindar una actuación magnífica -que será un nuevo estándar de calidad para su futuro trabajo-. Él sostiene y eleva toda la película.
La historia sigue la vida del matemático Alan Turing que, durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó con un grupo de analistas para quebrar el código Enigma, usado por los Nazis para encriptar los mensajes de sus ataques. Turing cree que la única forma de superar a la máquina Nazi es creando una nueva, capaz de descifrar la clave. Su equipo no. El encargado del equipo, el Comandante Dennison (Charles Dance, glorioso) rechaza financiar su costoso aparato. Sugiere a Turing que, si tanto quiere hacer algo, podía llevar su propuesta a su superior, Winston Churchill.
Imaginen la sorpresa de todos cuando Churchill accede y lo pone en control del grupo. El equipo (Matthew Goode, Allen Leech, Matthew Beard), empeñado en hacer las cosas a la vieja escuela, está furioso. Turing no es particularmente querido entre ellos. Están hartos su actitud pedante, y el evidente desprecio que les tiene por ser “poco competentes”. No ayuda que la máquina parece ser un intento fallido. Por suerte, entra en la película Joan Clarke (Keira Knightley), una matemática brillante, aficionada a los acertijos (y una mujer muy adelantada para su época) a la que Turing contrata para ayudarlo con el código. Lo más valioso que aporta Joan, no obstante, es enseñarle la importancia de trabajar con otros, y de ser (al menos) ‘estimado’ por su equipo.
Aunque esto, en esencia, se escucha como un tradicional-drama-británico, la ejecución es mucho más entretenida de lo que parece. Las escenas están llenas de humor inesperado, cuando los intelectos (y egos) de los personajes colisionan en un intento de superarse. Además, Turing, hábil resolviendo complejos acertijos, es incapaz de descifrar las emociones ajenas (una ironía que la película enfatiza en cada oportunidad posible), lo que lleva a momentos genuinamente divertidos (y otros increíblemente repetitivos). Y hay más: la película no sólo trata su vida el tiempo de la Guerra, sino que que explora su adolescencia -en la que descubre el amor y su interés por los códigos- , y los años de posguerra -en los que Turing fue investigado y enjuiciado por homosexualidad-.
La película intercala entre las tres líneas temporales, y estos saltos, junto con el humor, le dan mucha energía. Este recurso va más allá de un simple ‘efecto’: Turing era un misterio tan grande como el Enigma, y la estructura permite desarrollar su vida de forma mucho más enigmática (mal chiste). El problema de The Imitation Game no viene de este recurso, sino de su último acto, que parece extenderse más tiempo del que debería. Después del clímax, aún queda media hora por ver. Para dar interés a las cosas, la película gira bruscamente hacia el melodrama: todo el humor desaparece y la complejidad (y misterio) emocional de Turing se reduce a “soy-gay-y-esto-me-trae-problemas-con-la-sociedad”. Por suerte, para este punto estamos tan encariñados con los personajes (y sus logros) que gustosamente aceptamos cualquier cierre. Pero esto no lo vuelve satisfactorio.
Si bien el director Morten Tyldum escoge la vía fácil casi todo el tiempo (no sólo con el tratamiento de la homosexualidad de Turing al final, sino con toda la teoría matemática/tecnológica detrás de su máquina), no puedo decir lo mismo del resto de su equipo. Como era de esperarse, The Imitation Game es técnicamente sólida. La recreación histórica transporta muy sutilmente al periodo, salvo por el diseño de la máquina Christopher (engrandecido y más colorido) que sobresale todo el tiempo. El fotógrafo Óscar Faura hace un trabajo elegante, que distingue las tres temporalidades sin caer en lo obvio; y William Goldenberg, el editor, no sólo entrecorta entre las líneas temporales con destreza, sino que capta perfectamente el ritmo, ya sea cómico o dramático, de todas las escenas.
Al final, The Imitation Game es una muy entretenida -si bien nada extraordinaria- película sobre uno de los “héroes” olvidados de la historia. Sostenida cómodamente en los hombros de Benedict Cumberbatch, es suficientemente encantadora para cautivar a su audiencia. Bastante recomendable.


Lo mejor: Cumberbatch. Ritmo ágil. Llena de escenas divertidas (particularmente la entrevista entre Turing y Dennison). Visualmente agradable.


Lo peor: El final demasiado melodramático y fuera de tono. Poco riesgo en la temática más densa. Pudo detallar un poco en la máquina, cómo funciona o cómo está construida.

Paréntesis: Me pregunto si algún día Hollywood sacará un drama sobre la homosexualidad (no con personajes gays, sino cuyo tema/problema central sea la homosexualidad) que sea realmente atrevido y no simplifique las diferentes posturas.





1 comentario:

  1. Es la primera vez que leo "¿Qué dice Diega?" haha me gusto tu análisis y cuando salí de la peli tuve casi la misma impresión que tu de ella, sigue así ;)

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